LECTURA 1:
LÁZARO CARRETER, FERNANDO. El dardo en la palabra. Círculo de Lectores. Barcelona, 1997
Reflexiones en torno a la educación
lingüística en los alumnos.
Todo educador francés recibe al recibir su
título un memorándum ministerial en el que se contiene, entre otras muchas, la
siguiente advertencia: "Hablar bien no es hablar con elocuencia, ni
siquiera con facilidad. De ordinario, el
qUe habla fácilmente tiene pocas cosas que decir. Es que su pensamiento no le ofrece
resistencia y lo viste con trajes confeccionados. Hablar bien no es hablar con fluidez, sino
hablar con precisión. Puede titubearse
cuando el titubeo obedece al deseo de ser fiel a los hechos a las ideas.
Habla bien [... ] el que actúa
como árbitro entre su pensamiento y su expresión. Hay que habituar a nuestros alumnos, cuando
hablan, a ser severos consigo mismos, a dudar, a tantear, en lugar de decir
cualquier cosa" (p.79).
Una pedagogía lingüística racional, a la que
los planes de estudio concedieran el tiempo preciso para su desarrollo, debe
consistir en ir aumentando los registrasen que el alumno puede expresarse, no
para que menosprecie o suprima los más llanos, familiares, regionales y hasta
jergales que constituyen su hábito, sino para que aprenda a identificarlos
como tales. Pretender que un
muchacho se exprese, hablando o escribiendo, como un adulto educado sería
empresa vana e inútil, ya que ese adulto no se expresa -si no es pedante- de un
modo uniforme, sino que cambia de registros con gran facilidad: en ello
consiste su cultura. (p.92)
Existe un gran problema: el deterioro
progresivo de la capacidad lingüística de los españoles. No acusemos a los medios de comunicación
social, que se limitan a reflejar lo que es un empobrecimiento colectivo. El cual, salvo en casos aislados no obedece a
una consciente rebelión contra la norma, sino a una inculpable ignorancia que
desearían superar cuantos la padecen.
Son muchos los que demandan de la
Academia Española una
intervención más eficaz. Pero no es
justo exigir a dicho instituto esa misión, que, en todos los países,
corresponde por completo al sistema docente.
Es en éste en el que hay que actuar para que se produzcan efectos
apreciables, capaces de lograr una nivelación por arriba, y con ello, una
ruptura de las barreras idiomáticas, que constituyen un factor de desigualdad
social más insidioso que los económicos.
... La pedagogía y la didáctica se han
incorporado recientemente a los niveles universitarios desprestigiadas antes,
reducida su acción a la enseñanza primaria, se han visto necesarias para
conseguir la incorporación grandes masas de estudiantes procedentes de medios
familiares pobres, al aprendizaje de ciencias y técnicas reservadas hasta hace
poco a las clases superiores.. Y ese aprendizaje tiene como mediador necesario
el idioma. Los educandos han cambiado;
si antes accedían casi sólo a las enseñanzas media y universitaria alumnos que,
en sus casas, aprendían y practicaban un tipo de lengua suficiente en un
principio para la comprensión de las materias objeto de estudio, hoy acuden a
las aulas millares de muchachos que no cuentan con ese respaldo y que chocan
violentamente con el idioma del profesor y de los libros, hasta el punto de
resultar vencidos en proporciones alarmantes.
Los fracasos escolares, a cuyo incremento estamos asistiendo sin poner
remedio, se deben en un porcentaje elevadísimo a la imposibilidad que los
estudiantes tienen de entender ese lenguaje tan radicalmente distinto del que
les sirve como simple medio de relación.
La queja del profesorado es unánime en todos
los niveles, desde el básico al superior, acerca de la incompetencia
lingüística de los escolares. Cunde el
desaliento entre todos; me escriben o me hablan a veces antiguos alumnos, ahora
profesores, lamentándose de lo mismo, y a todos respondo que el lamento no
sirve, que no hay que cargar las culpas al nivel educativo anterior, y que hay
que empezar. Hay que cambiar los planes
de estudio y los métodos didácticos; se hace preciso destruir los prejuicios
con que una formación política desorientada desprestigias la necesidad de
hablar bien y de escribir bien, porque ello no debe constituir un atributo de
clase, sino un medio fundamental de emancipación. No habrá democracia mientras unos sepan expresarse
satisfactoriamente y otros no; mientras unos comprenda y otros no; mientras el
eslogan pueda sustituir al razonamiento articulado que se somete a ciudadanos
verdaderamente libres porque tienen adiestrado el espíritu para entender y
hacerse entender. (ps. 145-146-147).
__ooOoo__
LECTURA 2:
Te dije que
estaba enfermo
En un cementerio de Georgia puede verse sobre una
tumba este curioso epitafio: "Te dije que estaba enfermo". Una fórmula póstuma, patética e
irremediablemente ineficaz de reclamar atención y escucha.
La comunicación
interpersonal está amenazada por innumerables trampas, subterfugios,
impedimentos, temores, etc. El puente
del diálogo no es fácilmente transitable, no sólo porque está constituido por
materiales endebles, sino porque las orillas están alejadas y hay muchos ruidos
ambientales.
Escuchar es un
arte difícil. Nadie lo domina a la
perfección. Parece que escuchar a
alguien es una tarea sumamente difícil.
Basta no tener taponados los oídos.
Es un craso error.
Para escuchar
hace falta, en primer lugar, tiempo. La
prisa es un impedimento de la escucha.
No hay tiempo (no hablo de tranquilidad, de calma, de sosiego interior).
Hablo, simplemente, de tiempo. Hacen
falta también condiciones: un lugar adecuado, que no esté transido de ruidos,
transitado por otras personas, roto por distracciones innumerables.
Para escuchar
hace falta atención interior, respeto por el otro. Desear entender lo que el otro dice, sin
pretender forzar el sentido de sus palabras y sin querer convertirle a nuestras
posiciones. Escuchar no tiene mucho que
ver con aconsejar, discutir, reprochar, ridiculizar, descalificar...
Para escuchar
hace falta mirar al otro a los ojos, darle muestras de que lo que dice nos
interesa (aunque su opinión no coincida con la nuestra), hacerse eco de sus
sentimientos, intentar percibir qué es lo que hay detrás de las palabras; más
allá del contenido verbal y gestual.
No es fácil
escuchar.
¿Por qué hay
tantos adolescentes que desean que alguien les escuche y tantos padres y madres
de esos mismos adolescentes que están desesperados porque no les hablan? Porque resulta difícil escuchar sin oír
aquello que se desea oír. Entonces se
empieza a discrepar, a reprender, a exigir, a aconsejar.
Hace algunos
días me contaba una pareja la sorpresa que les había producido conocer, de boca
de su hija adolescente, que cuando el padre terminaba su comentario diciendo:
¿Me explico?, ella respondía afirmativamente porque quería más
información. El padre se callaba o se
ausentaba, causando el asombro de su interlocutora. Él hablaba con una clave, pero la chica
utilizaba otra.
¿Cómo se puede
escuchar sin mirar, sin atender, sin dejar de hacer cosas? Me sorprende cómo escuchamos a los niños y a
las niñas. Ellos y ellas se entienden
cuando ven que suena el teléfono o que seguimos escribiendo. Pero nosotros decimos: "Sigue, sigue,
que te estoy escuchando...". En
algunas ocasiones utilizamos un curioso (si bien lo pensamos) argumento
autoritario: "Niño, cállate, que estamos hablando los mayores".
¿Por qué es tan
escaso el diálogo público? Porque más
que escuchar lo que importa es decir, imponer al otro el modo de pensar,
hacerle ver que está equivocado. Porque
es más agradable escuchar halagos que críticas.
Pretender que todos piensen como nosotros no sólo es una arbitrariedad y
un error. Es, sobre todo, una gran
torpeza. Mark Twain decía con gracia:
"No sería deseable que todos pensáramos igual. La diferencia de opiniones es lo que hace
posible las carreras de caballos".
Los espectáculos
televisivos que nos ofrecen los políticos están llenos de actitudes negativas:
se ausentan del Parlamento cuando habla un representante de cualquier minoría,
abuchean a los contrincantes, repiten los argumentos sin escuchar los del
oponente...
A pesar de que
existe una tasa de paro insoportable, auguro trabajo a quien ponga un anuncio
en la prensa con una sola palabra: escucho.
Si realmente sabe escuchar, tendrá una demanda ilimitada. La mitad de la población está buscando a la
otra media para que le escuche. No hace
falta dar consejos, ni orientaciones, ni siquiera opinión. Sencillamente, escuchar.
El deseo de
imponer los propios criterios, de lucirse ante los demás, de avasallar a los
otros, de hablar de aquello que a uno le interesa, hacen imposible la
escucha. Cuentan que un alumno se
estudió un sólo tema para el examen: los gusanos. El profesor le preguntó por los
elefantes. El alumno respondió: el
elefante es un animal muy grande, con cuatro patas muy gruesas, unas orejas
gigantes y una trompa enorme que tiene forma de gusano. Y los gusanos se dividen en... Llevar el agua al propio molino, venga o no
venga a cuento.... Hablar de lo que
interesa. Tener a toda costa razón.
-Esa ene es
nasal, dice el estudiante
El profesor
replica: "Todas las enes son nasales"
-Pero esta
también, ¿no?
¿Cómo se puede
dialogar, cómo se puede escuchar sin tener en cuenta al otro? Decía el escritor Bontempelli: "Dialogar
no es discutir, sino entrar en el surco que ha trazado el otro y proseguir en
él hasta perfeccionarlo y así abrir nuevos surcos".
Los chistes de
sordos son un buen ejemplo de muchas conversaciones entre quienes parece que se
escuchan. Los chistes, en ocasiones,
hacen gracia. La incomunicación, casi
siempre, hace daño.
Miguel Angel
Santos Guerra.
SUR. 19, MAYO, 1994.
LECTURA 3:
OÍR DEPRISA
"Sentía
que me estaba oyendo deprisa", dice en su estremecedor monólogo la
protagonista de la obra de García Márquez <<Diatriba de amor contra un
hombre sentado>>. Una frase que
continúa con un leve atenuante: "Pero no me interrumpió hasta que llegué
al final". Oír deprisa es una forma
original de expresar la dificultad de los seres humanos para escucharse con
atención.
El paro
es una lacra social gravísima. Pues
bien, creo que encontraría trabajo el que se anunciase con esta única palabra:
ESCUCHO. (Nombre y teléfono). Así de
sencillo el anuncio. Así de difícil la
tarea. Parece que para escuchar basta no
ser sordo o no tener taponados los oídos.
Parece que si alguien habla, el interlocutor, por el sencillo hecho de serlo,
escucha. Pues no.
No
escucha el que no se para a pensar lo que el otro dice, el
que interpreta apresuradamente sin meterse en la piel del que habla, el que no
dispone de tiempo para dejar que la manifestación sea tranquila y reposada, el
que mete en el torbellino de la de la agitación las palabras más cautelosas y
sosegadas del confidente.
No
escucha el que está lleno de ruidos. El ruido de
sus intereses, de su dogmatismo, de su desprecio hacia los demás. El ruido de los a priori, del esquematismo
mental.
No
escucha el que sistemáticamente aconseja. Por eso hay tantos adolescentes deseosos de
que alguien les escuche y tantos padres y madres de adolescentes que desean
que sus hijos les hablen. Pero, cuando
abren la boca, los padres se la cierran con un consejo, con un reproche, con
un lamento.
-Papá
estoy saliendo con un casado.
-No
lo consentiré. Dime quien es ese
monstruo...
Se
acabó la conversación sobre el tema.
.Empezaron las agresiones. Se
elevaron hasta el cielo los muros del silencio. Unos necesitan hablar. Los otros desean que les cuenten. Pero se rompe la comunicación. Los padres y madres, guiados por su sentido
de la responsabilidad, por su ansiedad, por sus temores, inevitablemente
aconsejan, pero no escuchan.
No
escucha el que no mira al que habla. ¿Cómo puede captar alguien lo que otro dice sin
ver sus ojos, sus manos, su expresión...?
No escucha quien mantiene una conversación mientras habla por teléfono,
escribe una carta o mira la televisión.
Acostumbrados a escuchar a quienes hablan por la tele o por la radio, no
pensamos que tenemos delante un ser humano de carne y hueso.
No
escucha el que quiere imponer su idea. Cuando el
interlocutor habla, no le escucha sino
que le replica interiormente. Cuando acaba
sigue con el mismo argumento. No se
pretende comprender sino machacar argumentalmente.
No
escucha el que quiere hablar siempre. (De un cónyuge se cuenta que grabó al otro en un
magnetófono para darse el gustazo de hacerle callar cuando quisiera con sólo
apretar el mando del stop).
No
escucha el que tiene prisa. "Hable
rápidamente. Resuma. Abrevie.
Dígalo en pocas palabras. No se
enrolle. No se líe que tengo
prisa". Mirar el reloj con impaciencia,
atender otras ocupaciones, dar la sensación de agobio...: he aquí algunas
formas de matar la comunicación.
No
escucha la persona ensimismada en su propio yo, en su
propia verborrea. Dice Antonio Gala,
refiriéndose a una persona con quien compartía la cena: "Estaba tan satisfecho
consigo mismo que abría podido levantarme e irme sin que se diera cuenta".
Para
escuchar hace falta saber qué hay detrás de las palabras,
respetar al interlocutor, prestar toda la atención, eliminar los ruidos
interiores...
Es
interesante observar las reuniones, las tertulias, las entrevistas, las
discusiones...¿Quién escucha? Nos
fijamos más en cómo se expresan las personas que hablan que en cómo escuchan
sus interlocutores. Las cámaras enfocan
habitualmente a los hablantes, no a los que escuchan. Hagamos ese ejercicio y nos quedaremos
asombrados. Veremos cómo hay personas
que sólo quieren que les escuchen a ellos, pero que son incapaces de
escuchar. No se enteran de nada o
transforman lo que ha dicho el otro en lo que ellos querían oír.
Cuentan
que en una encarnizada polémica sobre la existencia de Dios, en el Ateneo de
Madrid, el moderador concedió un último turno de intervenciones:
-Vamos
a concluir. Levanten la mano los que
quieran hablar.
Lo
hacen seis personas.
-Tres
hablarán a favor y tres en contra, dice el moderador, buscando el equilibrio
numérico.
-¿Quiénes
quieren hacerlo a favor de la existencia de Dios?
Levantan
la mano cuatro personas. Una de ellas
pensando que podía quedar excluida por la desigualdad, se apresura a decir:
-Bueno,
a mí ponme en el grupo de los que opinarán en contra.
Lo
único que deseaba era hablar. Daba igual
que fuera a favor o en contra. Y es que
hablar es más fácil que escuchar.
Escuchar es una de las tareas más difíciles que existen. Muchos se mueren sin haberlo aprendido.
¿Me quieres escuchar?, decimos airados, cuando
solamente estamos intentando que nos oigan.
Escuchar es otra cosa. Para
escuchar hace falta saber que no hay otra persona en el mundo más que el
interlocutor. Todo el esfuerzo ha de emplearse
en entenderlo y respetarlo.
Cada
día somos testigos de ejemplos deplorables: parlamentarios que abuchean y
patean o que se ausentan del hemiciclo cuando hablan los representantes de
partidos minoritarios, médicos que reciben la consulta de sus pacientes sin
mirarles a la cara, profesores que piden
a los alumnos que sigan hablando mientras escriben concienzudamente
concentrados sobre el folio en el que están escribiendo, entrevistadores que
quieren lucirse haciendo preguntas que les convertirán en protagonistas,
reuniones en las que uno habla mientras los demás cuchichean... Si supiéramos escuchar el mundo sería más
habitable. Está en nuestras manos. O mejor: en nuestra cabeza. O mejor aún: en nuestros corazones.
(965 palabras)
(Miguel Ángel Santos Guerra, profesor de la
facultad de Ciencias de la Educación.
SUR, 11-mayo-95).
CUESTIONARIO
HABILIDADES SOCIALES (Goldstein)
1. Escuchar: ¿Presta atención a la
persona que le está hablando y hace un esfuerzo para comprender lo que le está
diciendo?
2. Iniciar una conversación: ¿Habla con
los demás de temas poco importantes para pasar luego a los más importantes?
3. Mantener una conversación: ¿Habla
con otras personas sobre cosas que interesan a ambos?
4. Formular una pregunta: ¿Determina la
información que necesita y se la pide a la persona adecuada?
5. Dar las «gracias»: ¿Permite que los
demás sepan que agradece los favores,
etc.?
6. Presentarse: ¿Se da a conocer a los
demás por propia iniciativa.
7. Presentar a otras personas: ¿Ayuda a
que los demás se conozcan entre sí?
8. Hacer un cumplido: ¿Dice que le
gusta algún aspecto de la otra persona o alguna de las actividades que realiza?
9. Pedir ayuda: ¿Pide que le ayuden
cuando tiene alguna dificultad?
10. Participar: ¿Elige la mejor forma
para integrarse en un grupo o para participar en una determinada actividad?
11. Dar instrucciones: ¿Explica con
claridad a los demás cómo hacer una tarea específica?
12. Seguir instrucciones: ¿Presta
atención a las instrucciones, pide explicaciones, lleva adelante las
instrucciones correctamente?
13. Disculparse: ¿Pide disculpas a los
demás por haber hecho algo mal?
14. Convencer a los demás: ¿Intenta persuadir a los demás de que sus ideas son mejores y que serán
de mayor utilidad que las de la otra persona?
15. Conocer los propios sentimientos: ¿Intenta
reconocer las emociones que experimenta?
16. Expresar los sentimientos: ¿Permite
que los demás conozcan lo que siente?
17. Comprender los sentimientos de los
demás: ¿Intenta comprender lo que sienten los demás?
18. Enfrentarse con el enfado de otro: ¿Intenta
comprender el enfado de la otra persona?
19. Expresar afecto: ¿Permite que los
demás sepan que él se interesa o se preocupa por ellos?
20. Resolver el miedo: ¿Piensa por qué
está asustado y hace algo para disminuir su miedo?
21. Autorrecompensarse: ¿Se dice a sí
mismo o hace cosas agradables cuando se merece una recompensa?
22. Pedir permiso: ¿Reconoce cuando es
necesario pedir permiso para hacer algo y luego lo pide a la persona indicada?
23. Compartir algo: ¿Se ofrece para
compartir algo que es apreciado por los demás?
24. Ayudar a los demás: ¿Ayuda a quien
lo necesita?
25. Negociar: ¿Llega a establecer un
sistema que satisfaga tanto él mismo como a quienes sostienen posturas
diferentes?
26. Emplear el autocontrol: ¿Controla
su carácter de modo que no se le «escapan las cosas de la mano»?
27. Defender los propios derechos: ¿Defiende
sus derechos dando a conocer a los demás cuál es su postura?
28. Responder a las bromas: ¿Se las
arregla sin perder el control cuando los demás le hacen bromas?
29. Evitar los problemas con los demás: ¿Se
mantiene al margen de situaciones que le pueden ocasionar problemas?
30. No entrar en peleas: ¿Encuentra
otras formas para resolver situaciones difíciles sin tener que pelearse?
31. Formular una queja: ¿Les dice a los
demás cuándo han sido ellos los responsables de originar un determinado
problema e intenta encontrar una solución?
32. Responder a una queja: ¿Intenta
llegar a una solución justa ante la queja justificada de alguien?
33. Demostrar deportividad después de un
juego: ¿Expresa un cumplido sincero a los demás por la forma en que han
jugado?
34. Resolver la vergüenza: ¿Hace algo
que le ayude a sentir menos vergüenza o a estar menos cohibido?
35. Arreglárselas cuando le dejan de lado: ¿Determina
si lo han dejado de lado en alguna actividad y, luego, hace algo para sentirse
mejor en esa situación?
36. Defender a un amigo: ¿Manifiesta a
los demás que han tratado injustamente a un amigo?
37. Responder a la persuasión: ¿Considera
con cuidado la posición de la otra persona, comparándola con la propia, antes
de decidir lo que hará?
38. Responder al fracaso: ¿Comprende la
razón por la cual ha fracasado en una determinada situación y qué puede hacer
para tener más éxito en el futuro?
39. Enfrentarse a los mensajes
contradictorios: ¿Reconoce y resuelve la confusión que se produce cuando
los demás le explican una cosa pero dicen o hacen otras que se contradicen?
40. Responder a una acusación: ¿Comprende
lo que significa la acusación y por qué se la han hecho y, luego, piensa en la
mejor forma de relacionarse con la persona que le ha hecho la acusación?
41. Prepararse para una conversación
difícil: ¿Planifica la mejor forma para exponer su punto de vista antes de
una conversación problemática?
42. Hacer frente a las presiones del grupo:
¿Decide lo que quiere hacer cuando los demás quieren que haga otra cosa
distinta?
43. Tomar iniciativas: ¿Resuelve la
sensación de aburrimiento iniciando una nueva actividad interesante?
44. Discernir sobre la causa de un
problema: ¿Reconoce, si la causa de algún acontecimiento es consecuencia de
alguna situación bajo su control?
45. Establecer un objetivo: ¿Toma
decisiones realistas sobre lo que es capaz de realizar antes de comenzar una
tarea?
46. Determinar las propias habilidades: ¿Es
realista cuando debe dilucidar cómo puede desenvolverse en una determinada
tarea?
47. Recoger información: ¿Resuelve qué
necesita saber y cómo conseguir la información?
48. Resolver los problemas según su
importancia: ¿Determina de forma realista cuál de los numerosos problemas
es el más importante y el que debería solucionar primero?
49. Tomar una decisión: ¿Considera las
posibilidades y elige la que le hará sentirse mejor?
50. Concentrarse en una tarea: ¿Se
organiza y se prepara para facilitar la ejecución de su trabajo?
TEMA 10. LA SALUD LABORAL. RECURSOS
Terapia cognitiva aplicada al malestar en el trabajo
Nos pasamos 2/3 de nuestra vida trabajando.
Nuestros ánimos decaen cuando no vislumbramos
estímulos, actividades o proyectos que nos motiven. Es importante que hagamos un ejercicio de
control emocional para ¡intentar ilusionarnos!
La queja casi siempre incomoda y se relaciona
más con una actitud infantil que con una postura de adultos.
Cuando nos hacemos pronósticos negativos y
adoptamos una actitud defensiva nos metemos en un callejón sin salida.
Lo que más piden los empleados es sentirse
valorados en sus trabajos. Lo que debe
exigirse a los jefes es que sepan valorar, motivar, estimular y sacar lo mejor
de cada trabajador.
Siempre
que se sentía mal era por lo que él pensaba, por cómo interpretaba lo que
estaba sucediendo.
Instrucción:
cada vez que te sientas mal, apunta lo que estás pensando y a continuación
escribe un pensamiento alternativo, que sea más positivo y te ayude a sentirte
mejor.
Lo
crucial no es lo que “nos pasa” sino lo que pensamos en cada momento. El pensamiento es previo a la
emoción, y ese pensamiento es el que nos hace sentirnos bien o mal.
En
estos casos siempre intentamos que la persona no se rinda y no cambie de
trabajo, al menos hasta que esté bien y lo decida de
forma objetiva, pero cuando lo hace en medio de la presión, en lugar de superar
un problema, lo que hace es escaparse. Desde
la psicología sabemos que cuando alguien se escapa, lo más probable es que ante
la siguiente dificultad busque la misma alternativa y de nuevo tienda a huir de
la situación. Cuantas más veces se
repita este proceso, más inseguros e insatisfechos estaremos.
Nuestro
principal recurso sería entrenarla para que desarrolle al máximo su
inteligencia emocional.
·
Elaboración de registros.
·
Trabajar el debilitamiento físico y emocional.
Técnicas de relajación (respiración diafragmática),
·
Confrontación de pensamientos (sustitución de
los pensamientos negativos y catastrofistas por otros más positivos). Análisis de las “creencias irracionales” de
los “debería”; términos catastrofistas y
exagerados, sujetos a la escala blanco negro; sobregeneralizaciones. Aprender a “cazar” nuestras ideas
irracionales.
·
Trabajamos su control emocional. (Aprendió a no entrar al trapo, a no seguir el
guión que ellos habían marcado). No caer
en la provocación, quien cae en ella no controla sus emociones y no es dueño de
sus respuestas.
·
Una vez conseguido el control
emocional, la entrenamos en asertividad.
principales técnicas de asertividad:
principales técnicas de asertividad:
§
Disco rayado
§
Banco de niebla
§
Aserción negativa
§
Libre información
§
Autorrevelación
§
Interrogación asertiva
§ Compromiso viable
·
El siguiente paso: utilizar el sentido del humor. Desdramatizar.
Los especialistas
sabemos lo difícil que es cambiar los hábitos. Normalmente se calcula que un hábito no está
instaurado hasta que al menos haya sido aplicado durante 30 días o 30 veces
consecutivas. Cuando un profesional
sigue cometiendo los mismos fallos, a pesar de ser consciente de ellos, no es
porque “quiera” hacerlo, sino porque no “sabe” hacerlo de otra forma. No podemos cambiar si no estamos preparados
para ello. Imaginemos a alguien que
habla muy mal un determinado idioma; por el hecho de decírselo una y otra vez, no
significará que pueda hablarlo bien de forma inmediata, no lo hará hasta que
reciba el entrenamiento necesario.
La formación en la empresa será fructífera si:
·
Está adaptada a las peculiaridades
de la empresa.
·
Su metodología se ajusta a las
características de los distintos colectivos que reciban la formación.
·
Su formato será más de talleres
que de cursos.
·
Prevalecerá la práctica.
·
Número ideal de participantes,
entre 8 y 12 personas.
·
El formador deberá poseer las
habilidades, competencias y recursos necesarios.
·
Cada participante saldrá con un
plan de mejora indiviudalizado.
·
A los seis meses, nunca más tarde
de un año, se reforzarán las acciones formativas.
·
Se analizaran las principales
conclusiones de la formación, evaluación.
Coaching
Es un proceso de enseñanza aprendizaje
individualizado, aplicado a la realidad de las empresas y de las personas.
Fases del coaching:
1.- Evaluación
individualizada. Determinar el punto de
partida. Conseguir que los
participantes interioricen y comprendan de forma clara el proceso de
formación. Objetivar los puntos fuertes
y las áreas de mejora de cada persona con el fin de guiar el proceso de
aprendizaje y controlar los avances que se produzcan.
2.-
Definición de objetivos. Acuerdo consensuado con cada uno de los
participantes. Plan de actuación
individualizado.
3.-
Acción y desarrollo de los planes individuales. Sesiones individuales. Sesiones de observación en sus puestos de
trabajo.
4.- Cierre y finalización del plan. Evaluación.
El surgimiento de las dudas y problemas en el trabajo.
Sucede.
A lo largo de nuestra vida profesional nos surgirán momentos de dudas y
de incertidumbres, es lógico que así sea.
El problema surge cuando pretendemos actuar
desde la emoción y no desde la razón.
Las mayores dudas vienen de procesos internos
que nos desestabilizan y provocan en nosotros situaciones emocionales difíciles
de resolver.
Cuando
tengamos algunos de estas señales de alarma, nuestros problemas se deberán más
al miedo que a situaciones reales de peligro.
Las cosas van mal cuando sentimos:
·
Urgencia extrema: sentirnos en la
necesidad urgente de tomar decisiones y medidas drásticas, que nada se
corresponden con la realidad.
·
Impulsividad: actuamos a partir de
impulsos que no controlamos.
·
Sensación de peligro: creemos que
nuestra situación es potencialmente “peligrosa” o difícil, aunque no se hayan
producido acontecimientos significativos en el trabajo.
·
Visión catastrofista: nuestros
pensamientos están dominados por el pesimismo y negativismo.
·
Vulnerabilidad: reaccionamos con
debilidad ante cualquier acontecimiento.
·
Decepción: da igual lo que hagan
nuestros compañeros, jefes o colaboradores, nos sentimos permanentemente
decepcionados.
·
Crisis personal o familiar: con
frecuencia estamos en medio de una crisis, que condiciona nuestro estado de
ánimo.
·
Victimismo: nos sentimos víctimas,
pase lo que pase a nuestro alrededor.
Sentirse débil.
A nivel emocional nuestra fragilidad o
fortaleza dependerá de nuestros hábitos mentales.
La fragilidad está producida básicamente por
nuestros pensamientos. Cuando la sabemos
reconocer, la podemos superar.
Lo importante es actuar desde la inteligencia
emocional, no desde el impulso o la debilidad.
Entre los hábitos más saludables destacamos:
·
Creer en nosotros mismos, confiar
en nuestras posibilidades
·
Aceptarnos como somos
·
Intentar sentirnos bien cada día
·
Disfrutar con lo que hacemos
·
Potenciar nuestro sentido del
humor
·
Admitir nuestras limitaciones
·
Aprender de nuestros errores
·
No machacarnos en los momentos
difíciles
·
Premiarnos cuando estemos bajos de
ánimo
·
No agotarnos físicamente
·
No recriminarnos por lo que no
hayamos sido capaces de hacer, sino empujarnos a lo que podamos cambiar.
¿Me cambio de trabajo?
En esos momentos en que nos encontramos
agobiados, en que tenemos algún problema, nos entra la urgencia por
marcharnos. Se trata de una respuesta,
incluso de una huida, ante una situación poco satisfactoria. Lo mejor es concentrar nuestras energías en
recuperar la calma y la estabilidad.
Lo del cambio de trabajo, exige una reflexión
previa que debe buscar nuestro desarrollo profesional y personal; actuando
desde la razón, no desde la emoción.
Hay un último factor que resulta muy
sangrante. Ocurre cuando nos vamos de un
trabajo, inducidos o condicionados porque alguien nos hacía la vida
imposible. Eso es lo que busca la
persona que te acosa, es su objetivo, no el tuyo. Si alguien tiene que cambiar de trabajo será
él, no tú. Cuanto menos te alteres, más
perdido e inseguro se mostrará el acosador.
El valor fundamental no lo damos nosotros, con
nuestra forma de actuar con los demás, con nuestro trabajo y nuestras buenas prácticas.
Las circunstancias, como los jefes, son
temporales. El tiempo y los hechos nos
ponen a todos en el sitio que nos corresponde.
Muchos tiran la toalla, pero después de ese
primer alivio temporal, la mayoría se arrepiente de esa decisión tan humana,
pero profundamente errónea.
Habrá ocasiones en las que será bueno cambiar,
pero no lo haremos para huir de una presión, sino para ganar una posición o
disfrutar de una calidad de vida mejor.
No lo decidiremos guiados por la angustia, sino por nuestra inteligencia
emocional.
¿Quién no ha tenido un mal jefe?
Podremos aprender
mucho de esta experiencia.
“El hombre más
poderoso es el que es dueño de sí mismo” Séneca.
Lo mejor que
podemos hacer es coger distancia emocional.
De esta forma conseguiremos ser más objetivos en nuestro análisis, y
ello nos ayudará a actuar más desde la razón que desde la emoción.
Un mal jefe podrá
intentar equivocarnos, humillarnos, desprestigiarnos, debilitarnos…, pero no lo
conseguirá si ponemos una “pared” entre sus comportamientos y nuestras
emociones.
La mejor
herramienta contra un mal jefe será nuestra seguridad a nivel profesional,
nuestro distanciamiento emocional y nuestro equilibrio personal.
Podremos dudar sin
nos compensa seguir en la empresa o si es mejor marcharnos. Nuestra decisión será siempre meditada, no
tomada de forma impulsiva.
Recordemos que los
jefes, especialmente los malos jefes, no permanece eternamente en los cargos.
Un mal jefe puede
ser un pequeño accidente en nuestro camino, pero nunca debemos dejar que marque
nuestro rumbo, ni que termine con nuestra confianza o con nuestra alegría.
¿Me compensa tanto esfuerzo?
Las condiciones actuales en muchos trabajos no
son fáciles.
Hay esfuerzos que no compensan, si al final
disminuye tu calidad de vida.
Hay esfuerzos que no tienen justificación , si
los sacrificados son tus familiares.
Hay esfuerzos que son inhumanos, si te impiden
respirar y vivir cada día.
Cómo consigo conciliar mi vida profesional y personal.
El trabajo es importante, pero no lo es todo
en la vida. “Hay hombres que trabajan
como si fueran a vivir eternamente” (Demócrito). Hay que aprender a desconectar. No hay nada positivo en preocuparnos durante
horas y horas por algo; lo único que conseguimos es agotarnos física y
emocionalmente y verlo todo negro.
Tenemos uno de los horarios laborales más
irracionales del mundo occidental. En
los últimos años la insatisfacción profesional, el aumento de la presión en el
medio laboral, la impotencia para conciliar las obligaciones de la vida diaria,
para llegar a todos los sitios, para apagar todos los fuegos, para atender al
trabajo, a la pareja, a los hijos, a los padres… terminan por minar la salud y
el equilibrio emocional de muchas personas.
Algunos puntos débiles que más se repiten en
la gestión y funcionamiento de las empresas:
·
Indefinición de funciones
·
Falta de visión común y de trabajo
en equipo
·
Descompensación de cargas de
trabajo
·
Inadecuación de personas a puestos
·
Descoordinación entre áreas
·
Insuficiencia o infrautilización
de sistemas de información
·
Improductividad.
·
Reuniones poco operativas
·
Resistencia al cambio
·
Clima laboral viciado
Humanizar las condiciones de trabajo es una
medida necesaria, pero también inteligente.
Pocas inversiones tienen un retorno tan alto como el que obtenemos cuando
apostamos por las personas.
Los trepas
Los compañeros. No los elegimos, como los amigos; nos tocan
como en una tómbola y hay que aprender a convivir con ellos.
El trepa habitualmente resulta avasallador.
Hay personas cuyo único objetivo en la vida es destacar sobre los demás, ser
siempre protagonistas. No repara en los
medios, todo está subordinado a su fin.
Generalmente no es buen compañero, aunque puede realizar alianzas estratégicas
en algunos momentos. Es muy difícil
hacerle razonar. Generalmente esconden
sus auténticos objetivos. Utilizan el
engaño y la manipulación. Son fuertes y perseverantes. Se creen autosuficientes y habitualmente
tienen un alto concepto de sí mismos.
Son grandes observadores, seleccionan muy bien a los que pueden
ayudarles a conseguir sus fines y son maestros en el arte de dividir y
conseguir confusión a su alrededor.
Nunca realizan un movimiento al azar.
Van siempre a tiro fijo, son bastante previsibles.
àNo les dejes la iniciativa.
Tienes que aprender a sorprenderles, no debes resultar tan previsible en
tus conductas. Actúa con más
inteligencia emocional que ellos.
Olvídate de ofrecer tanta “deseabilidad social” a estos “indeseables”. Filtra, analiza. No permitas que abusen de tus valores y
principios.
Principales estrategias que nos ayudarán a no
dejarnos manipular por los trepas:
·
No facilitarles información.
·
No contestar a sus preguntas
manipuladoras. No hay ninguna ley que
obligue a responder las preguntas “trampa”.
·
No tolerar que abusen de nuestra
buena educación.
·
Estrechar la comunicación con las
personas con las que pretenden indisponernos.
·
Cuestionar en general lo que nos
puedan decir. No creernos situaciones o
hechos que nos parezcan extraños.
·
No responder a sus provocaciones.
·
No prestarles atención.
·
Ignorarles por principio.
·
No dejar que nos interrumpan en
nuestro trabajo.
·
Decirles “no” cuando nos pidan
algo que no deseemos dar; sin necesidad de justificar nuestra negativa.
·
No facilitarles la relación con
personas de nuestro círculo.
·
Poner “en aviso” a nuestros
compañeros y amigos, para que no estén alerta y no caigan en sus manos.
·
No hacerles comentarios sobre las
personas del trabajo.
·
Mostrarles nuestro rechazo ante
sus actuaciones a través de nuestros gestos, no de nuestras palabras.
Las personas no son iguales. Las hay mejores, peores y regulares. Es importante que las sepamos discriminar y
que nuestro trato se ajuste a la singularidad de cada cual.
Ver en peligro el trabajo.
La queja constante sólo conduce a una
frustración permanente. El enfado –si no
nos quedamos anclados en él- puede ser un canalizador de energía orientada a la
acción.
3.- El estrés nos desborda.
Eustrés <-> Distrés
El estrés psicológico provoca 10 años de
envejecimiento adicional.
Podemos aprender a controlar el estrés. Podemos reducirlo rápidamente a través de:
·
La respiración diafragmática
·
La parada de pensamiento
·
La reestructuración cognitiva
·
Las autoinstrucciones
·
El autorrefuerzo
Jubilación – Prejubilación
No es el tipo de puesto lo que determina el
pronóstico, sino el “perfil” personal y humano lo determinante para afrontar
esta etapa.
Es lógico que las personas con pocas
inquietudes y sin iniciativas se sientan intranquilas ante la jubilación. Una jubilación no tiene que significar el
final de una vida activa, sino el principio de experiencias nuevas.
No esperemos a prejubilarnos o jubilarnos para
ser dueños de nuestras propias vidas.
Aprender a sentirse bien en el trabajo
Aprender a sentirnos bien en el trabajo es
todo un arte que merecemos conocer para poderlo disfrutar.
No es la mayor o menor carga de trabajo la que
nos hace sentirnos mejor o peor.
El
primer principio que conviene que aprendamos para sentirnos bien en el trabajo
es que nuestro bienestar o malestar depende de nosotros. Hay algo que nosotros
controlamos en su totalidad, y eses algo es nuestra actitud. Pero no lo
conseguiremos si nos pesa más la conducta de los otros que la nuestra
propia. Como se comporten los demás no
está en nuestras manos, pero cómo nos sintamos sí depende enteramente de
nosotros. Habrá momentos y
circunstancias difíciles a nuestro alrededor, pero eso no significará que
irremediablemente nos tengamos que encontrar mal.
Cómo encontrarnos bien con nosotros mismos y
disfrutar con lo que hacemos.
Los dos estilos cognitivos básicos (Seligman):
Vivencia
de los sucesos que nos impactan
|
|||
Permanencia
o duración
|
Localización -
Generalización
|
Personalización
|
|
OPTIMISTA
|
Breve para lo malo
Extensa para lo bueno
|
Puntual para lo malo
General para lo bueno
|
Externa para lo malo
Interna para lo bueno
|
PESIMISTA
|
Breve para lo bueno
Extensa para lo malo
|
Puntual para lo bueno
General para lo malo
|
Externa para lo bueno
Interna para lo malo
|
Podemos nacer con un temperamento que nos facilite o dificulte las cosas, pero “el
temperamento no es el destino”. Las
semillas del pensamiento positivo se siembran durante los primeros años del
desarrollo del carácter.
Para tener éxito en el trabajo, además de
aptitud y motivación para desempeñar la tarea, se requiere un nivel razonable
de optimismo, que nos dará persistencia en la labor y mayor resistencia frente
a los contratiempos.
Tropezamos dos veces en la misma piedra, pero
aprendemos.
Cómo llevarse bien con los compañeros
La relación con los compañeros se basará en el
respeto, la transparencia y la confianza.
·
Saber escuchar
·
Crear un clima de confianza
·
Ser positivos en nuestras
relaciones (Cuando un adulto se siente
agredido, no cree que él deba rectificar; lo que siente es que la otra persona
le ha herido sin necesidad).
·
Tener paciencia
·
Ser generosos en nuestras
relaciones, sin buscar reconocimiento.
·
Intentar no manipular. No nos creamos más listos que los demás, no
seamos engreídos.
·
No responder a todas las preguntas
que nos hagan. De pequeños nos
acostumbraron a contestar a las preguntas que nos hacían, de adultos nos parece
poco educado no contestar y nos pasamos parte de nuestra vida respondiendo a
preguntas indiscretas, que formulan las personas que abusan de nuestra
educación y no respetan nuestra intimidad.
A veces hay que contestar con una sonrisa o cambiando de tema.
·
Saber que todos los compañeros nos
pueden enseñar algo. Muchas personas
nos enseñan, precisamente, lo que no hay que hacer.
·
Elegir el lugar, momento y mensaje
adecuado si tenemos que transmitir malas noticias.
·
Transmitir ilusión y entusiasmo a
nuestros compañeros.
·
No hablar mal de los
compañeros. Cuando vertimos juicios
sobre compañeros, lo que generamos es suspicacia hacia nosotros. Si no hacemos
comentarios sobre los ausentes, haremos que todos se sientan tranquilos y cómodos
en nuestra presencia. No es fácil ser objetivos con una persona con la que
convivimos diariamente. Epiceto (el
Precognitivo, 55 antes de Cristo): La cosa más difícil es conocernos a nosotros
mismos; la cosa más fácil, hablar mal de los demás.
·
No te quedes sin alegría, recupera
fuerzas con tu buen ánimo. Sin humor no
hay alegría. Cuando nos encontramos
tristes somos especialmente vulnerables. ¿Cuidado con los análisis que
realicemos desde la tristeza o el decaimiento, porque serán poco objetivos!
·
No te falles a ti mismo. Tú eres tu principal valor y tu mejor
compañero. Tras una caída, siempre
conseguiremos levantarnos.
Qué hacer ante una situación difícil
¡Recibirla bien! Quien bien empieza, bien acaba. En las situaciones difíciles sacamos lo mejor
de nosotros mismos. El peligro no está
en las situaciones difíciles, el riesgo lo tenemos en las etapas prolongadas de
calma; ahí es cuando cometemos los principales errores; cuando nuestra mente
deja de evolucionar, porque deja de pensar y renuncia a crear. No huyamos de las dificultades, démosles la
bienvenida y confiemos en resolverlas.
Recursos más útiles: ser positivos y
pacientes.
Creer en nosotros mismos.
Calves para afrontar las situaciones
difíciles:
·
Ante los primeros signos de
dificultad, adoptemos una actitud positiva.
·
Recopilemos la mayor cantidad de
información antes de dar ningún paso.
·
Analicemos con calma los hechos
antes de buscar soluciones.
·
Elaboremos una estrategia con
varias opciones y alternativas antes de empezar.
·
Intentemos llevar la iniciativa en
todo el proceso. Desgasta mucho ir por
detrás de los acontecimientos, y siempre conlleva desventaja.
·
Adaptemos constantemente nuestras
actuaciones a la realidad de esos momentos.
No nos empeñemos en mantener una opción que ha quedado desfasada por los
acontecimientos.
·
Mantengamos la calma durante todo
el proceso, pero muy especialmente en los momentos de dificultad.
·
Dividamos nuestros objetivos en
metas y submetas fáciles de controlar.
·
Reforcémonos y premiémonos ante
los esfuerzos que realicemos, incluso aunque los resultados no sean los
deseados.
·
Extraigamos todos los aprendizajes
que encierra cada paso que damos.
·
Alegrémonos si el resultado final
es el esperado y recapitulemos si aparentemente los objetivos no se han
alcanzado. En este último supuesto,
planteémonos si nos quedan alternativas, o si es el momento de tomar medidas
para que estas situaciones no vuelvan a repetirse.
Errores que se deben evitar
·
No te agotes. Un niño cansado resulta
agotador. Un adulto agotado es peor que
un niño cansado. El cansancio favorece
nuestras equivocaciones y nos predispone al pesimismo y a la derrota.
·
No te castigues y te llenes de insatisfacción. No te machaques. No te recrimines, te hayas
equivocado o no, sólo servirá para empeorar las cosas. Cando nos regañamos nos estamos infligiendo
el castigo más absurdo, pues, en lugar de prepararnos para superar las
dificultades, nos debilitamos para hundirnos en nuestro fracaso. La mejor opción será siempre actuar desde
nuestra inteligencia emocional, con la mejor de nuestras actitudes positivas.
·
No estoy en venta. No podemos vivir en contra de nuestros
principios.
·
No caer en las provocaciones. Algunas claves para no caer en ellas:
§
No respondamos a las
provocaciones, por mucho que pensemos que podemos ganar por goleada.
§
No nos enganchemos en discusiones
dialécticas que otros inducen y “dirigen”.
§
No perdamos nunca el control de
nuestras propias emociones y de nuestras conductas.
§
No sigamos el “guión” que otros
nos marcan.
§
No contestemos aquellas preguntas
que no deseamos responder.
§
No abdiquemos de llevar la
iniciativa.
§
No cambiemos nuestros planes
cuando no deseamos hacerlo.
§
No pensemos que todo son ganancias
y piquemos el anzuelo que han
tirado. Cuidado con las aguas revueltas.
§
No modifiquemos nuestra forma de
actuar y de trabajar, aunque nos
presionen y utilicen para ello la manipulación de nuestros sentimientos.
§
Recordemos que los más “cercanos”,
si quieren, son los que tienen más posibilidades de manipularnos con
éxito. Conocen nuestros puntos débiles y
saben dónde somos más vulnerables.
·
REGISTRO DE CONDUCTA EN EL TRABAJO
DÍA
|
HORA
|
SITUACIÓN
|
CONDUCTA PROBLEMA
(Qué
hace o dice tu jefe, literalmente)
|
RESPUESTA TUYA O DE OTRAS
PERSONAS
(Literalmente
qué hacen o dicen)
|
QUÉ ESTOY PENSANDO YO EN
ESTOS MOMENTOS
|
Bibliografía
Alava Reyes, Mª Jesús. Trabajar sin sufrir. Ed. La esfera de los libros. Madrid, 2008.
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